lunes, 17 de octubre de 2011

Lágrimas aparte: tú mismo te aceptas o te hieres

Se contemplan.

No tienen nada que decirse.

Es un duelo de miradas, gestos, sonrisas, mohínes y movimientos leves y bruscos.

Pestañeos y labios apretados casi desapercibidos.

Qué hacen así?Mirándose de esa forma?No entiendo lo que hacen, no sé por qué lo hacen.

No sería más sencillo si se hablaran y llegaran a un acuerdo?Si se entendieran sin tener que acabar asi?

Por qué buscamos siempre un final para cada cosa?Por qué no nos vale nunca un ... sin un . final.

No van a dejarlo estar.

Se les ve en la cara, una cara que comparten.

Uno es él/ella y el otro también. Y yo que lo veo todo y narro lo que sucede también lo soy limitándome a ver cómo acaban el uno con el otro y conmigo que soy un daño colateral de mí mismo por no saber aceptarme ni ser consciente de que en nuestra naturaleza está a veces el no entendernos.

Si hubiera dejado estar las cosas sin tantas preguntas no habríamos llegados los tres que soy yo a ésto: el que acepta, el que no y el que no sabe bien si sí o no.

Mecánica compleja de cuerpos reflejos, sublimados por la naturaleza animal y las condiciones y circunstancias de cada uno.

Yo, el mecanismo más complejo que nunca conocí, sin poder abrir mi mente por saber que no podría unir las piezas dejando todo como estaba para funcionar.

Un relojero humano mediocre como cada uno de nosotros.

Un relojero feliz por saber que hay relojes que no consigo entender...

domingo, 9 de octubre de 2011

Lágrimas al margen:ahora eres tú

Ahora soy yo, ahora eres tú.

Estamos sentados enfrente el uno del otro y le digo que a su lado soy yo mismo.

Imposible.

Pero es cierto, a su lado no hay secreto ni nada guardado para mí.

Abrazo su cuerpo, lo atraigo hacia mí como un satélite es atraído por su planeta, una fuerza icontenible, temible, hermosa.

Siento su calidez a través de la ropa, sublime y voraz, quemándome, un dolor precioso.

Sé que pronto estaremos separados porque dos cuerpos jamás se pertenecen el uno al otro más de un momento, que transcurre en siglos que duran décimas de segundo.

Los siglos más largos son los que paso mirando cómo se mueve, sonríe, me coge la mano, me hace daño con sus palabras,...

Todo se escapa tan deprisa como el aire de mi habitación al abrir la ventana por la mañana, diciendo adiós a ese aire que ha compartido conmigo una noche entera.

Qué fácil nos despedimos de todo a veces.

Quiero recordar ese momento, el abrazo, su cara. su pelo, su olor, su mano en mi espalda, su pecho subiendo y bajando acercándose y alejándose del mío,...

Nunca será igual a cuando estuve así.

Undécima lágrima: sonrisas de sangre

Tu boca sabe salada, el sabor dulce del jugo de la fresa y el sabor del cobre se unen detrás de tus labios y tú saboreas y te pierdes en él, en un sabor de los que no se confunden.

El sabor de la sangre.

Te golpean una y otra vez, golpes de verdades y golpes de mentiras, pero todos duelen, te hacen sentir peor de lo que puedes haberte sentido nunca, no porque duelan sino porque congelan tu cara y tus gestos en muecas de pesadilla y de miedo.

En ese momento no hay tiempo para decidir, ni para pensar, sólo recibes, una y otra vez, hasta que todo deja paso a nada, hasta que tu mejilla es un incendio y nada puedes hacer porque esas lágrimas que eran tuyas se compartan.

Si me vieras llorar no te acerques, déjame llorar, soy yo quien debe decidir, no es culpa tuya que yo no tenga la fortaleza de defenderme porque puedo ser tan fuerte como yo quiera.

Pero si yo te viera así, mírame y en tus lágrimas veré más allá y con mi mirada haré que el dolor y la verguenza pasen y si tuviera que salvarte de todo, incluso de ti, lo haré.

Lo haré por tí, porque no quiero que te duela, porque quiero que más allá sonrías saboreando la victoria, sabiendo que será la última vez que en tu boca se mezclen esos sabores.